Todos los alimentos que ingerimos habitualmente constituyen nuestra dieta. La forma en la que cada persona conforma su dieta, mediante la combinación de los distintos alimentos, depende de muchos factores (psicosociales, económicos, culturales, religiosos), lo que permite que exista una gran diversidad de dietas que son variables según individuos, países, días de la semana, estación del año, edad, género, situación fisiológica o actividad física. Sin embargo, no todas las dietas son correctas, sino que existen formas más adecuadas de seleccionar y combinar los alimentos para que nuestra alimentación resulte más adecuada.
Una alimentación equilibrada y prudente es aquella que hace posible el mantenimiento de un óptimo estado de salud, a la vez que permite la realización de las distintas actividades físicas cotidianas y de trabajo. ¿Y qué necesitamos entonces de nuestra dieta? Que aporte la energía y los nutrientes necesarios para evitar las deficiencias nutricionales; que incluya alimentos que la persona conozca y consuma habitualmente, es decir, que mantenga los hábitos alimentarios personales; que sea palatable, agradable al paladar y con buena elaboración y presentación gastronómica; y que ayude a prevenir las enfermedades crónicas. Todas estas características se mantienen en una dieta si, de forma más concreta, ésta cumple los siguientes requisitos: ser equilibrada, variada y moderada. Pero, además, hoy hemos incorporado nuevos retos: que sea sostenible, compartida, y lo que llamamos en movimiento, es decir, no olvidar nunca la práctica de una vida activa, de acuerdo a los gustos personales, y que permita mantener un balance energético equilibrado.
Para cumplir con los principios anteriores, no hay duda, es nuestro legado, la Dieta Mediterránea, o en sentido más amplio, el Estilo de Vida Mediterráneo, que además está de enhorabuena, y es que nunca antes un modelo de patrón alimentario había sido considerado como Patrimonio Intangible de la Humanidad para la UNESCO. Estamos, pues, ante una oportunidad tanto a nivel individual como colectivo de adherirnos más a la dieta mediterránea, a sus productos característicos en sus muy diferentes presentaciones, desde las más tradicionales a las de 4ª-5ª gama, y en sus muy diferentes formas de cocinado, siempre saludables. Y no menos importante, nuestra forma de comer nos permite hacer amigos, socializar, compartir, disfrutar en libertad, y elegir.
Somos ahora un modelo para otros países, otras sociedades. Nadie discute que tenemos las mejores materias primas, y la más preparada industria agroalimentaria productora y transformadora, pero además la Gastronomía Española ocupa el primer lugar a nivel mundial. Nuestro reto, en palabras del profesor Keys, debe ser “persuadir a los niños para que les digan a sus padres que coman como lo hacen los mediterráneos”. Y es que merece la pena.