En la industria alimentaria, la seguridad nunca puede comprometerse; pero una vez que está garantizada, conseguir una higienización más sostenible pasa principalmente por utilizar menos recursos, como materias primas o energía, minimizando al mismo tiempo nuestras emisiones y residuos. En este sentido, en los últimos tiempos hemos podido observar como la limpieza industrial se ha convertido en una de las industrias más “verdes” en Europa.
Pero la industria de los productos de limpieza no ha parado ahí, y los actores principales están dando el siguiente paso para ir más allá de los productos “verdes”, que conllevan una intención de reducir el impacto en el medioambiente y la salud, y están diseñando e introduciendo en el mercado productos que promocionan una limpieza sostenible, centrada en los tres valores que defiende la sostenibilidad, que son el económico, el medioambiental y el social.
En un proceso de limpieza industrial estos pueden identificarse como:
-Sostenibilidad económica: Ligada al uso de productos y equipamiento que son asequibles para quien los usa y viables desde un punto de vista económico, proporcionando ingresos estables y suficientes para las empresas que los desarrollan y comercializan.
-Sostenibilidad medioambiental: Haciendo un uso racional de los recursos que proporciona la naturaleza, asegurándonos que no hay daño medioambiental ni el proceso de fabricación ni en la gestión de los residuos generados por su uso.
-Sostenibilidad social: Tiene en cuenta criterios de salud y bienestar. Los procesos de limpieza, especialmente en la industria alimentaria protegen nuestra salud, eliminando gérmenes, bacterias y alérgenos, pero al mismo tiempo no deben dañar la salud de los usuarios, y deben estar fabricados de manera segura, de modo que no puedan dañar la salud de los operarios que los fabrican.
Recursos como las materias primas, la energía y el agua se usan en muchos puntos del ciclo de vida de un producto de limpieza, desde el momento de su fabricación, transporte y almacenamiento en los puntos de consumo hasta el momento en que se usa en los procesos de limpieza y desinfección, y hay que tratar los residuos generados por su uso y embalajes.
Mejorar la sostenibilidad implica encontrar maneras de provocar una mejora a lo largo de todo el ciclo de vida del producto. Por ejemplo, diseñar un producto que requiera menos energía para fabricarse, no tendría sentido si posteriormente va a requerir usar el doble de energía para transportarlo y utilizarlo.
Para permitirnos identificar, cuantificar y evaluar los impactos ambientales de un producto durante todas las etapas de su existencia se han popularizado los análisis de ciclo de vida, que permiten evaluar el impacto potencial sobre el medio ambiente de un producto a lo largo de toda su vida. El análisis de ciclo de vida trata, en definitiva, de incrementar la eficiencia, y dado que tiene en cuenta todas y cada una de las fases en la vida de un producto, se identifican y logran realizar mejoras.
Queda claro que la industria ha comprendido que la inversión en investigación y desarrollo, -especialmente la que tiene en cuenta la relación entre tecnología y medio ambiente-, es capaz de generar innovaciones que contribuyen a aumentar la competitividad y la rentabilidad de las empresas que son sostenibles en sus actividades. En palabras de José Cabrera, director del instituto para la producción sostenible, en el futuro “las empresas serán sostenibles, o no serán”.