En ocasiones, en momentos muy complicados donde nadie ve la luz por ninguna parte, de manera inopinada o nunca prevista, sucede el milagro. Algo de esto ocurrió días pasados en Bruselas cuando la Unión Europea (UE) y Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) llegaron a un Acuerdo de Asociación profundamente ambicioso después de 20 años de encuentros y desencuentros.
Cuando parecía imposible el entendimiento, en las horas más bajas para el multilateralismo y la cooperación, con las grandes economías volviendo a un proteccionismo e involución sin precedentes en los últimos años, la UE y Mercosur mandan un rotundo mensaje al resto del mundo: un gran acuerdo en tiempos de desacuerdos, que confirma que las alianzas políticas, geoestratégicas y comerciales son posibles.
Era fundamental alcanzar un pacto y se ha conseguido. Así lo veníamos reclamando en el Consejo Económico y Social Europeo (CESE), donde represento a la industria española de alimentación y bebidas, y en el que aprobamos un Dictamen en que urgíamos a las partes negociadoras, y en particular a la UE, a alcanzar un acuerdo, equilibrado y transparente, ya que lo contrario implicaría un elevado coste político, económico y de oportunidad. Por tanto, lo celebramos como una gran noticia, aunque ningún gran acuerdo es perfecto. Muchas oportunidades pero también, como ocurre con cualquier gran acuerdo, aspectos que hay que solventar, especialmente aquellos que afectan a la agricultura y la ganadería europeas.
Se ha dado el primer gran paso. Ahora hay que buscar la reciprocidad y considerar los temores y asimetrías de una y otra parte, no solo en aspectos comerciales sino que también hay que exigir el estricto cumplimiento de las normas sanitarias y fitosanitarias, y de bienestar animal que rigen en Europa para asegurar que los productos alimenticios que se adquieran en el mercado comunitario cumplen con todos estos requisitos y estándares.
También es fundamental el cumplimiento de los tratados internacionales en materia laboral y medioambiental. Se ha conseguido que impere lo marcado por la Organización Mundial del Trabajo (OIT) y el Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Además, se hace hincapié en la importancia de frenar la deforestación, promover la sostenibilidad y la cooperación para el desarrollo. En definitiva, la defensa de todos los logros adquiridos en muchos años por parte de los ciudadanos europeos.
Es un acuerdo sin precedentes para ninguno de los dos firmantes y uno de los más importantes en la historia a nivel global. Crea un mercado de bienes y servicios de cerca 800 millones de consumidores, elimina más del 90% de los aranceles, lo que supone un ahorro de más de 4.000 millones en derechos de aduana. Pero más allá de lo comercial, es un acuerdo de asociación con importantes implicaciones y mejoras, lo que genera en la zona calidad institucional, trasparencia, reglas claras y previsibilidad.
No obstante, las dificultades que pueden encontrar en el camino algunos productos o sectores empresariales tendrán que ser entendidas y apoyadas. En el caso de Europa, los productores de carne de bovino, pollo, cítricos, arroz o azúcar ya están alertando de posibles perjuicios.
No quisiera terminar sin remarcar de nuevo la gran importancia política, comercial y estratégica que tiene este acuerdo en una de las épocas más difíciles para el entendimiento y el comercio mundial. Europa y América Latina son dos regiones que hoy se necesitan aún más que antes. Los lazos históricos, geoestratégicos, culturales y de influencia en el escenario mundial de ambas regiones hacen que implique grandes beneficios sociales y económicos, frente al proteccionismo y las guerras comerciales.
Quedan meses de negociaciones técnicas, antes de que se apruebe en el Consejo y el Parlamento de la UE y en los distintos Estados miembros. En este proceso se deben acordar medidas de acompañamiento y compensación, establecimiento de excepciones, planes de desarrollo e inversión para apoyar a los sectores más afectados. Asimismo, debe garantizarse que todos los actores económicos podamos beneficiarnos del acuerdo: empresarios, trabajadores y el conjunto de la sociedad de ambas regiones.
El texto del compromiso tiene ahora un largo proceso de revisión jurídica y ratificación por parte de los Estados miembros y de las instituciones europeas. Habrá debate y hasta tensión en algunos países y ciertos sectores económicos, pero en su globalidad es sin duda unos de los grandes aciertos de la Unión Europea en los últimos años
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